Hace unas semanas se estrenó un documental que lleva el título ¿Por qué quebró McDonald’s en Bolivia?, en el cual su director, Fernando Martínez, explora las razones que llevaron al fracaso de dicha trasnacional de comida rápida en el país andino.
Es cierto, como afirma Martínez, que uno de los obstáculos más evidentes que la empresa tuvo que sortear tuvo que ver con la economía de los bolivianos, para quienes los precios de McDonald’s resultaban altos en comparación con lo que se puede comprar, por ejemplo, en un mercado local. Según Martínez, el menú más barato costaba en McDonald’s unos 25 pesos bolivianos (aproximadamente 3 dólares), mientras que en un mercado un almuerzo competo rondaba los 7 pesos (menos de un dólar). Eso sin mencionar las muchas opciones de alimentación que superan por mucho el reducido menú de cualquier franquicia de comida rápida.
Pero esta razón, aunque importante, no explica completamente la derrota de la trasnacional. “Es fácil atribuirlo a la economía, pero detrás de ella están las personas, la sociología y los aspectos culturales”, declaró el director.
Y es que visto desde otra perspectiva, tanto o más importante que la económica, el fracaso de McDonald’s también puede considerarse un fracaso de la globalización y el proceso de homogeneización cultural que esta implica, el triunfo de la diversidad cultural y la identidad colectiva, en este caso expresadas en la gastronomía original. En este sentido resulta irrisorio que McDonald’s haya intentado revertir sus malos números introduciendo en sus así llamados restaurantes la llajwa, salsa con la que los bolivianos aderezan sus alimentos, y música folclórica.
McDonald’s salió de Bolivia en 2002, ante el evidente y plausible desinterés de los bolivianos por los alimentos que ofrecía.
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